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La Habana 1948
Cristina, hoy sólo tengo palabras bonitas.
Te admiraba por su exquisito gusto, aire naïf y medido romanticismo. Hasta el momento, impresión recogida por el brillo de tus prendas desde una percha o maniquí. Cuando recibí tu invitación sabría que no defraudaría. Con ganas, sencillamente esperé.
Siempre digo que ir a un desfile es vivir la experiencia del diseñador en primera persona. Donde muestra sus pensamientos, ya no sólo sus creaciones. Una dimensión que te ayuda a entender la verdadera esencia de la colección. La Habana 1948, esa era la premisa que Cristina Piña nos adelantó.
«Una oda a la época dorada de una ciudad que brillaba de luminosidad por el día y vibraba por la noche». Una muestra de aquellos maravillosos años donde la mujer vestía de un blanco absoluto, donde el lino y el georgette eran los protagonistas, y el sombrero guano no faltaba.
Del blanco a los tonos melocotón con motivos geométricos que recuerdan aquellos suelos antiguos y llenos de color. Estampados tropicales, maxi gafas de madera, colaboración con la firma Palens, que incluso se atrevió con un clutch.
La noche se convierte en una declaración de extrema feminidad, sutileza y sensualidad. Un mix de tejidos, acabados metalizados, pailettes y un sinfín de magia en estado puro. Los tocados de plumas reflejan el ambiente de fiesta al son de jazz y ritmos cubanos con mucho son.
Y así, todos los allí presentes, viajamos en el tiempo a aquella gloriosa Habana de 1948. Por eso, hoy sólo tengo palabras bonitas. Mi corazón grita BRAVO con todas mis fuerzas, para que llegue el merecido reconocimiento a tu talento.
Por ese viaje, hoy Cristina, sólo tengo palabras bonitas.